Por teléfono se le oye feliz. Está en Lima, va de la Videna de San Luis -el fortín de la selección peruana- hasta “La Cuarta”, su barrio en el distrito de Villa El Salvador, la capital de la República. El viaje demora más de dos horas.
Hoy domingo, Michel Ademir Rasmussen ya está en Austria, donde la selección peruana juega con Arabia Saudita uno de sus partidos de preparación.
Michel integra la lista de los 16 jugadores de la Sub-20 que servirán de sparring en los entrenamientos del equipo oficial, los 23 de Ricardo Gareca en donde también figura Nilson Loyola, el otro melgariano.
“La alegría de ver mi nombre en la lista no se compara con la de mis padres cuando se enteraron. Les conté que estaba en la selección y disfrutamos de un momento inolvidable”, nos dice mientras se traslada a su vivienda en un bus.
Rasmussen creció en las convulsionadas calles del distrito limeño. Ahí empezó a desarrollar su talento para el fútbol. Jugaba sus primeras pichangas en una canchita de cemento con los vecinos de la misma edad. Pasaba horas de horas pateando un balón. Aprendió a tratarla con clase y afinó su quimba y gambetas.
Hace ocho años vivía en una humilde morada junto a su mamá, Gaby Grados Zevallos, y su papá, Roberto Rasmussen Salinas, un carpintero que montó su taller en la parte posterior de la casa.
Michel es hijo único. Sus padres bregaron mucho para darle alimentación, educación y vivienda. “Desde los tres años estaba con la pelota en la calle, había días en los que a las cinco de la mañana estaba jugando”, comenta su progenitor.
En el barrio, Michel se proyectaba como talentoso. Los vecinos se lo decían al padre, nos dice Roberto también a través de otro contacto telefónico. Luego el celular pasa a manos de doña Gaby. Ella es la más feliz. Se le nota en la voz. No duda del potencial de su engreído. Lo supo desde que lo vio correr detrás del balón. Por eso acepta, con mucha pena y miedo, que su hijo se aleje de su lado.
Este año, Michel partió a Arequipa para incorporarse a la reserva de Melgar. Aún no debutó en el equipo de primera pero su experiencia mundialista será su fortaleza para consolidarse. “Antes de que se vaya a Rusia su madre le tenía un agasajo. Un poderoso plato de tallarín verde con pollo frito que le encanta. "Las pocas veces que está aquí hay que engreírlo al máximo porque va por buen camino”, nos dice Gaby.
Sus padres lo reconocen: las calificaciones de Michel en el colegio no fueron las mejores. Por eso la apuesta decisiva fue el fútbol. Lo llevaron a una Escuela de Entrenamiento, Esther Grande de Bentín en el Rímac.
Ahí uno de sus entrenadores fue Marco Valencia, exjugador de Alianza y Melgar. No solo le enseñó movimientos tácticos y la técnica, también lecciones para ser mejor persona. A Gerson Gálvez lo considera otro de sus entrenadores determinantes.
Es zurdo y juega de volante de ataque. A veces también de “seis”, marcando al rival en el mediocampo. “En Esther Grande roté en todos los puestos. El objetivo, nos dijeron, es que nos sepamos mover y trabajar en todos los sectores del campo”, recordó.
Rasmussen no fue el único jugador rojinegro convocado a la preselección de Daniel Ahmed. Lo acompañaron Alec Deneumostier, quien debutó profesionalmente jugando ante Sport Huancayo. “La Rata (así le dicen a Rasmussen) tiene un gran talento y su viaje es merecido. Le deseo lo mejor”, dijo Alec.
A Sebastián Rojas y Christian Vásquez, sus compañeros que quedaron al margen de la lista, les dijo antes de partir a Europa: “Amigos, no se desanimen, no se den por vencidos porque estamos en el inicio de una carrera en la que habrán muchas oportunidades más. Comparto mi alegría con ustedes”.
Vieron el triunfo de Perú ante Escocia en familia. Primos y amigos llegaron a la casa para despedir a Michel y desearle lo mejor. “Soy carpintero desde muy pequeño, siempre me dediqué a este oficio para sacar a mi familia adelante. Estaré siempre al lado de mi hijo, que me está dando uno de los momentos más felices de mi vida”, dice su padre.
Gaby recuerda que su primer hogar en Villa El Salvador era muy humilde, de esteras, y que la lucha por salir adelante sigue siendo intensa. “Hace 25 años vivimos aquí. Michel no estaba con nosotros cuando llegamos. Hay partes del distrito que son peligrosas pero en mi zona es regular. Ahora hay peligro en todo lado, pero gracias a Dios nunca hemos tenido problemas con nadie”, dijo Gaby. Un beso y un hasta pronto separaron a Michel de su familia. Cuando retorne de seguro en casa lo esperará un plato de tallarines verdes con pollo frito. Por ahora Rusia lo espera.